Sacro Sabbath.
Empapada toda mi carne de un negro Sabbath enfrasco mi poder y exploto de éxtasis, sacando de las mazmorras del fondo de mi alma, el yo intacto, perfecto, casi congelado, inalterado, para ver la luz de lo que ya parece tallado en la piedra del destino.
Aun sin ser claro en el tiempo, todo me indica que es una noche para no olvidar.
Ebrio de lujuria, voy notando que el parpadeo de las estrellas son secretas señales, y así esquizofrénicamente me voy sumergiendo en la fantasía de mi humana e imperfecta mente.
Al transcurrir estos sucesos, hago viajes maravillosos a través de luminosos túneles y atravesando supernovas en ciclos completos, y me pierdo en ëones.
Un momento de falsa lucidez, atrapa mis instintos en una danza de alucinantes feromonas que invitan a ser parte del ritual de la piel y los sentidos, mezclando lo casto y lo profano en una orgía de sensaciones y visiones impías.
Limpia se mantiene mi existencia de las tintas usadas en reglas atribuidas a los hombres, pues estas ya no pueden teñir mi ser, que ya se encuentra sobre toda cosa material y humana.
Dirijo mi vista hacia el horizonte, y sin arrepentirme de lo que pude en mi vida derrochar en una sola noche, desafío al sol y al nuevo día a quitarme el cansancio, y a levantar las plomadas que llevo por parpados.
Quiero olvidar que alguna vez le temí a la oscuridad, y sentir que con la misma muerte hoy, sentiría orgasmos.
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